Recientemente me reencontré con Carlos Chávez -homónimo del gran compositor- querido amigo con quien compartí espacios de trabajo hace 30 años. Carlos hoy está dedicado a la divulgación especializada a través de su RevistaIntensa, e imparte psicoanálisis.
Durante una animada mesa a la que nos convocó otro Carlos igualmente querido -éste Mendoza Fleury, de profesión arquitecto y de vocación comunicador- salió el tema de lo que Irving Stone llamó “las pasiones del espíritu”. Pues bien, el primer Carlos nos expuso una teoría que yo, quien pretendí arrebatar a Woody Allen el campeonato de permanencia en la terapia, hoy comparto gustoso con los lectores de JdO.