Este mes se cumplen cuatro décadas de un episodio que marcó para siempre la relación entre los medios masivos y el poder político: el llamado “escándalo Watergate”, episodio que culminó en la primera renuncia de un presidente de los Estados Unidos, Richard Milhous Nixon, y la encarcelación de 43 funcionarios de alto nivel.
Watergate fue una bola de nieve. Comenzó con el arresto de unos ladronzuelos en las oficinas de un partido político y creció hasta pasar al habla popular como apellido de escándalos con tinte político: “Irángate”, “Lewinskygate”, “WhiteWatergate”, “Migragate” and so on. En México tenemos nuestra propia cosecha: el “toallagate” ocasionó la renuncia de un administrador de la casa presidencial; el “AguasBlancasgate” culminó con la caída de un gobernador.